La culpa y el miedo, dos aliadas que mueven el mundo, tú mundo.


Se dice que la fuerza más fuerte del mundo es el amor, y podemos experimentar cotidianamente ejemplos de cómo por “amor”, las perdonas hacemos actos altruistas en post del mismo, y eso es ¡fantástico!

Pero del otro lado del amor, existen dos fuerzas más que interfieren en su manifestación, son el miedo y la culpa, las cuales muchas veces, se confunden con amor, aunque parezca mentira y nos lleva a sostenernos en vínculos y situaciones que nos destruyen.

Según definiciones psicológicas, la culpa es una emoción compleja que surge cuando se cree haber transgredido normas éticas o morales, ya sea por acciones realizadas o por omisiones, y que a menudo implican la sensación de haber causado daño a otros o a sí mismo. Yo le agregaría que también experimentamos culpa cuando satisfacemos deseos personales, sintiendo que así “fallamos” a otro.

Lo mismo ocurre por el miedo, que es una emoción básica y universal que comparten todos los seres vivos, y surge como respuesta a una amenaza percibida, real o imaginaria, preparando al individuo para la huida o la lucha.

Así desde chiquitos, para ser buenos niños, se nos enseña bien a sentir esas emociones, en post del bienestar de otros, ejemplo, de niños, si teníamos un juguete y otro niño lo querías, era común escuchar a los adultos decirnos, “préstale, no sea malo”, acompañado de otras frases que nos hacían sentir culpa (soy un mal niño porque…) o miedo (pueden dejar de… si yo no…).

Cuando llegamos a adultos, estas emociones están intrínsecamente arraigadas en nuestro inconsciente y aprendemos a manejarnos en la vida tratando de evitar sentirlas, confundiendo la misma con amor. Por ejemplo; no dejo de hacer por mis hijos, posponiendo tiempo para mí, considerando que es amor, pero en el fondo está la culpa de ser mala madre o el miedo de que nos dejen de querer. Por miedo a que nadie más me quiera, sostenemos vínculos violentos, por culpas ante la opinión de otro no podemos decir que no, y así miles de ejemplos cotidianos que van de la individualidad a lo colectivo, por miedos a perder el poder se arman guerras, por culpas se sostienen ONG.

Ahora, en los procesos oncológicos, no estamos exentos de experimentar dichas emociones, antes, durante y después del proceso, “culpa de no hacer todo lo necesario para sanar, de dañar a mis seres queridos, de tomar decisiones acordes a lo que siento, por haber enfermado”, “miedos a no poder soportar el tratamiento, a fallar, a morir, al sufrimiento”, entre otros ejemplos.

Es importante estar atentos y reconocer las mismas para poder trabajarlas, ya que, si nos sostenemos en ellas, se le agrega sufrimiento al dolor, generando sensaciones de mayor agonía física y mental, lo cual no favorece a la recuperación de los efectos secundarios del tratamiento, a estar centrada en tú recuperación posicionándote en tú presente y, sobre todo, interfiere en tus decisiones de cómo llevar adelante este proceso.

Lo principal es que busque ayuda para atender estas emociones, no las niegues ni pelees con ellas, sabemos que nos ganan y se instalan muy fuerte en ti, pasando de ser una parte tuya a todo tu ser, identificándote con la emoción y perdiendo tú individualidad.

También te dejo este ejercicio de “Expiación”, para que puedas en el mientras tanto, encontrando una solución en el día a día, espero que sea de gran ayuda:

Tomate unos minutos en silencio para ti, inhala y exhala profundo 3 veces, permítete sentir por un momento esa emoción, dale lugar dentro de tú cuerpo, reconoce donde está, sin juzgar ni criticar, ahora, toma esa emoción con tu mano, pidiéndole permiso para sacarla de adentro tuyo y la colocas en una cajita de regalo, la envuelves y le pones un hermoso moño, cuando termines de prepararlo, pide asistencia a tus seres superiores (como los reconozcas: ángeles, guías espirituales, santos, virgen, Espíritu Santo, etc.) dile: “(nombre de la entidad que elijo) te entrego este paquete para que sea llevado a la (fuente, Dios, origen, etc), déjalos en sus pies  como ofrenda mía, para que me ayude a expiar esta situación en mi vida con la cual yo ya no puedo, que la expíe desde la causa y santifique mi vínculo con ella para mi mayor bienestar y el de todos los afectados y/o involucrados. Te agradezco por brindarme este milagro”.

En los próximos 3 días, tienes que trabajar en aumentar tu fe, para estar atenta a ver los signos visibles que Dios, la Fuente, el Origen o como llames al ser supremo, pone ante ti para mostrarte que ya está trabajando en tú pedido y solucionando el mismo.

Si al cabo de 3 días sientes que aún estas igual, puedes volver a expiar la misma causa.

Deseo que este ejercicio sea para tu más alto bien, y que tengas la valentía de dejar atrás tus miedos y culpas en este proceso.

Bendiciones.

María

 

 

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